Junto a las actividades cotidianas, ciertas prácticas indígenas en contexto doméstico atestiguan las creencias que son sólo conocidas por testimonios arqueológicos a menudo difíciles de interpretar.
Un ejemplo de estas manifestaciones : la práctica de depósitos que se documentan en las casas o en los patios.


Los depósitos más corrientes están formados por vasijas halladas vacías de todo contenido, a veces asociadas a otros objetos. Pueden haber sido realizados durante la construcción de los muros y haber contenido ofrendas alimenticias (cereales, frutos...). Cadáveres o partes del cadáver de animales (cabras, ovejas, bueyes, perros...), eventualmente contenidos en recipientes (pájaros, serpientes), son enterrados en el suelo de las casas y de los patios.


Se han encontrado restos humanos en los niveles de hábitat ; estos huesos aislados (¿reliquias?) podrían atestiguar un culto a los ancestros. No obstante, los enterramientos de bebés o de niños(de menos de 6 meses) son los que constituyen las formas más originales. Considerados durante mucho tiempo como depósitos votivos o de fundación, son en realidad las sepulturas normales para esta franja de edad, de hecho ausentes de las necrópolis contemporáneas. Esta práctica, documentada desde la Edad del Bronce, se mantendrá hasta finales de la época romana. Finalmente, se puede evocar la existencia de ritos domésticos, cuyo significado se nos escapa en gran parte y que pudieron haberse desarrollado alrededor del hogar, a los que se asocian, a partir de finales del siglo V antes de nuestra era, morillos de terracota con cabeza animal (representando lo más a menudo caballos).