La iconografía de las cuevas se limita a tres temas fundamentales: los animales, las representaciones humanas y los signos. No encontramos sobre estas paredes ninguna evocación ni del paisaje exterior, ni de las especies vegetales de la época. El bestiario es el reflejo de la fauna conocida de los hombres del Paleolítico sin ser representativo de sus costumbres alimenticias.

El bestiario de Lascaux cuenta con cerca de 600 representaciones. Está en gran medida dominado por el caballo, mientras que ciervos y uros están empatados, siguen el íbice y el bisonte. Los animales carnívoros, osos y felinos, poco numerosos, comparten esta particularidad con los otros yacimientos: están grabados o pintados en los sectores más remotos. Estos animales, presentes de manera discreta en la naturaleza, lo están también en la cueva. Para dar cuenta de ello, los pintores utilizaron distintos medios: representándolos en lo más recóndito de la cueva, haciéndolos aparecer en los dibujos ya existentes, como sucede con el oso disimulado en la banda ventral de un gran uro, trazando un dibujo muy minimalista, o aún disfrazando el animal. Esta última hipótesis ha sido a veces emitida para interpretar la figura del Unicornio.

Raros son los santuarios donde la imagen del hombre figura de forma repetida. Lascaux no escapa a esta tradición; este yacimiento cuenta con una sola representación antropomórfica, la del Pozo. De forma más frecuente, la ejecución gráfica del hombre se limita a un segmento anatómico: manos negativas o positivas, representaciones sexuales femeninas y excepcionalmente masculinas. La imagen del hombre puede también tomar contornos más sibilinos a través de la sustitución de algunos componentes del cuerpo humano por los de animales: cuernos, cornamentas, patas, cabeza de pájaro…Se distinguen dos categorías de signos. La primera posee formas simples (puntuaciones, trazos, líneas, estrías…), la segunda, más elaboradas, sólo se encuentra en algunos yacimientos (arborescentes, cuadrangulares, pentagonales…).